Y cargó su mochila, encumbrando cada día
un poco, y en cada planicie descansaba
su meta: clara; llegar a la cima.
Y con picos y cuerdas escalaba
solo hacia arriba miraba.
no oteaba el espectáculo ondeante
Cada día regalado
como aureola.
Alma solitaria por firme convicción
recuerdos, afincamiento, destierro elegido.
Aquella mujer, aquel niño, su madre
Bagajes de leña chamuscada
Y vió un oso polar agonizante,
siguió su paso.
Ondulante su andar pero experto
Y una flor doliente amortajada,
lo llamaba.
Llegó a la cresta elegida
miró a su alrededor,
Solo, como había llegado al mundo
Cayo muerto
Su corazón desierto…
Sandra Taragán - Vicairot
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