parpadeo gigante de luna llena,
allá a lo lejos: un oblicuo cantar, el de las olas
movimiento silvestre,
sin represas,
buen augurio enmarcado en autonomía.
Un sombrero de alas cubrió mi antojadiza
sed de libertad,
tú y yo: no obstante cada uno según su vereda…
Y ese instante fue el que nos unió.
Un quinto elemento, entero
fusionado entre los cuatro restantes
cuerdas de un laúd rojo,
rasgadas por aleteo de colibríes.
Y fue entonces que nuestra busca
no fue necesaria…
Ya nos habíamos hallado.
Sandra Taragán- Vicairot
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