miércoles, 6 de mayo de 2020

Bingo



Bingo acompañaba a Antonio todas las tardes a la plaza del barrio, allí tomaban sol y disfrutaban del trino de la variada melodía de los pájaros, amigos fieles e inseparables, a las cinco de la tarde estaban allí en aquella banqueta deteriorada por el paso del tiempo pero que parecía la mas bella del mundo, cinco y quince exactamente llegaba Marianela con sus cabello rizado y pasos lentos reconocidos inmediatamente por sus ansiosos amigos.
La charla era amena y tranquilizadora, el sol acariciaba sus rostros como una suave pluma.

Luego de un rato marchaban a sus hogares, lozanos por el tiempo compartido, agradecidos por la tarde y sensaciones vividas.

Un día de abril, Marianela acudió a la cita, sus amigos no llegaron.
Persistente la chica siguió acudiendo día tras día, sin resultados.
Bingo estaba acomodado en su almohadón predilecto muy triste, observaba el sillón vacío y el bastón de su amigo, efectivamente Antonio había fallecido.
Y Bingo pasó a ser perro guía de Alejandro.

Todavía estaban en la etapa de conocerse, no era fácil, en la mente de Bingo perduraba la triste ausencia de Antonio.
Alejandro se destacaba por sus habilidades para realizar manualidades en mimbre, era su medio de vida, sus manos eran rápidas y ágiles, su tacto le permitía danzar entre cestos, sillas y elementos decorativos que luego llevaba a un comercio cercano a su casa, cada vez mas conforme con su nuevo amigo su amistad se entrelazaba, estaban aprendiendo a conocerse
Sólo algo inquietaba a Alejandro, todos los días a las cinco de la tarde Bingo corría hacia la puerta jadeando y ladrando.
Una rojiza tarde Antonio tomó la decisión, cayado en mano, abrió la puerta y se dejo llevar … Bingo lo llevó a aquel banco impregnado de sentimientos, unos pasos lentos se acercaban era Marianela.
Una nueva cita había comenzado.

Sandra Taragán- Vicairot
Nota: basado en una historia real

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