miércoles, 24 de junio de 2020

Siglo XXI hacia atrás un hoyo en el tiempo.





Voy caminando por la ribera del Río de la Plata, en una noche de plenilunio
las olas acarician las blancas arenas del estuario.
Una estrella fugaz sobrevuela el cielo azul intenso, dejando caer desde su estela, brillos que salpican mis manos.
Una pira llama mi atención, allí hay una sola persona con rasgos distintos a los que he visto a lo largo de mi existencia, siento paz.
Su piel se acerca más al negro que al blanco, ojos negros bien abiertos, dientes muy blancos, su cabello: largo, lacio, negro…


Le pregunto- ¿puedo acompañarle?
Ella me mira con desconfianza, me escruta y luego asiente con su cabeza.
Me siento no muy cerca de la dama, para no invadir su íntimo silencio.
Ella presiente mi respeto por su presencia y comienza a hablarme en un idioma desconocido para mí, pero aún así logro entenderle.
-Quién eres Hue? [agua]
- Mi nombre es Sara.
Tomó una vasija de barro que contenía brotes de ceibo y pescado recién asado y me la ofreció esbozando una sonrisa perlada.
Agradecida la tomé sintiéndome mas relajada y comencé a degustar aquel delicioso alimento.

- Mi nombre es It-guidaí [fuego de luna] porque cuando nací la luna estaba amarilla como el fuego. ¿Cuál es tu casa?
Miro hacia atrás para enseñársela y con sorpresa no la veo, solo veo médanos y árboles.
- No la veo ahora, pero está muy cerca de aquellos arenales.
¿Tú donde vives? se levantó y me invitó a que la acompañara a conocer su hogar, era una estructura simple de cuatro palos, clavados en la tierra, sobre los cuales se sostenían travesaños horizontales, a los costados tenía esteras de juncos. Había muchas de ellas y en medio de las tolderías, un hombre con similares características a las de It-guidaí
aunque de mayor estatura, ojos negros bien abiertos dientes muy blancos, su cabello: largo, lacio, negro… Sus hombros son anchos, su cuerpo proporcionado, sus miembros bien fornidos, sus manos y pies pequeños.
Es el centinela, explicó Fuegodeluna que veía mi extrañeza en la situación que estaba viviendo, ella portaba una bincha blanca su atuendo se completaba con collares de valvas de moluscos de agua dulce y zarcillos hechos con pedazos de plata.


Al despuntar el alba, me encuentro en la arena, no hay nadie allí, las olas siguen su ritmo paseante, y tengo en mis manos una bincha blanca…

Sandra Taragán- Vicairot
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